19 febrero 2019

Entre las desembocaduras del Tajo y Duero. Portugal, un paraíso amable y cercano, 3ª parte.


Seguimos nuestra ruta por Portugal entre el Tajo y el Duero. Nos espera una antigua Universidad, una Venecia en pequeño, un Palacio de cuento de hadas, una preciosa ciudad conocida por sus vinos, el lugar donde nació Portugal, para finalizar en uno de los pueblos más bonitos de España.

Itinerario tercera parte

Día 10. Lunes 23 de Julio: Coimbra-Palacio Buçaco-Aveiro.

Mañana para ver el complejo de la Universidad de Coimbra por lo que temprano nos ponemos en marcha, pero esta vez los jóvenes hacen pellas y prefieren seguir en brazos de Morfeo.


Volvemos a recorrer las mismas calles de ayer para subir hasta lo alto de la ciudad donde se ubica la Universidad y desde donde domina el valle del río Mondego.
A la izquierda y antes de acceder al complejo universitario están las taquillas para adquirir las entradas. Existen varias posibilidades de acceso dependiendo de lo que se quiera ver.




El programa 1 te da acceso a visitar todo el conjunto excepto subir a la torre que si lo sacas a parte cuesta 1 euro. La única diferencia con el programa 2 radica en que el número 1 incluye la visita a la biblioteca, verdadero tesoro de todo el conjunto. Decidimos pagar los 12 euros que cuesta el programa 1 y empezar la visita por nuestra cuenta.
También existe la posibilidad de hacer la visita guiada por 20 euros.


La visita comienza nada más entrar por la Porta Férrea a la derecha con el edificio del Paço das Escolas, un antiguo Palacio Real que aglutinó todas las facultades en 1544. Aquí se puede visitar la Sala dos Capelos que es la sala principal de la Universidad y se utiliza para las ceremonias académicas.


Durante nuestro recorrido podemos ver que en dicha sala un alumno se está preparando para exponer su tesis doctoral con los consiguientes nervios previos y con el inconveniente de ser visto por los turistas que pasean por la parte de arriba.
La Sala de Armas donde se celebran las ceremonias más solemnes. Algunas salas  más donde se exponen los retratos con todos los rectores que han pasado por la Universidad a lo largo de su amplia historia, etc.


Después de pasear por los tejados donde se aprecian unas bonitas vistas de la ciudad con la Catedral incluida, el siguiente lugar que visitamos es la pequeña y coqueta Capilla de San Miguel con sus techos bellamente decorados, sus paredes chapadas con preciosos azulejos y su exquisito órgano barroco.




Cuando compramos las entradas nos pusieron la hora que nos correspondía para visitar la biblioteca ya que las visitas se hacen por grupos de unas 50 personas más o menos, por lo que mientras llega nuestra hora me propongo subir a la parte alta de la torre desde donde se obtienen una bonitas vistas de la ciudad de Coimbra.



Cuando se hace la hora de nuestro turno de visita nos acercamos a la entrada de la biblioteca. Formado el grupo damos comienzo a la vista con unas instalaciones que claramente están para rellenar. Al llegar el turno de la biblioteca se nos advierte que no podemos hacer fotos ni vídeos del precioso interior de la biblioteca por lo que la imagen de abajo está sacada de internet.


La biblioteca Joanina, como se llama, es una obra maestra del barroco, cuenta con tres grandes salas comunicadas entre sí. con una refinada y exquisita decoración donde sobresalen las bellas estanterías de roble repletas de infinidad de libros escritos desde el siglo XVI.
Es una pena que no permitan fotografiar este bello lugar por lo que nos tenemos que conformar con los 10 minutos que nos dejan estar en su interior.
Terminada de ver esta parte de la Universidad, salimos para ver el laboratorio químico, el gabinete de historia natural y el gabinete de física.



Nos gusta bastante el museo de historia natural que expone una gran colección de animales disecados de diferentes especies de todo el mundo que el museo ha ido acumulando y que han ido agrupando. Es realmente curioso de ver. Todo este complejo da para toda una mañana tranquilamente y más si uno se entretiene más de la cuenta.




Ponemos así fin a la visita del complejo de la Universidad de Coimbra. Antes de volver al parking damos un paseo por el jardín botánico donde se pueden contemplar diferentes especies de árboles y plantas de muchas partes del planeta.


Tras comer ponemos punto final a la visita de Coimbra y nos marchamos rumbo al Palacio de Buçaco ubicado a unos 40 kilómetros al norte de Coimbra.



Ubicado en lo alto de una montaña, el último tramo para llegar al Palacio se hace más complicado por la pendiente y lo revirado de la carretera. Se puede acceder por varias puertas donde te cobran 12 euros por pasar, algo fuera de toda lógica, por lo que busco un lugar donde aparcar fuera y entrar andando. Lo encuentro en las Portas de Sula donde estacionar es gratuito, GPS: 40.375264, -8.358718


Desde aquí baja una senda en medio de un tupido bosque que te deja en la carretera que lleva al Palacio pero ya pasada la garita donde cobran por entrar con el vehículo. En 20 minutos estoy en la puerta de este precioso edificio que me deja con la boca abierta.



Lo primero que me llama la atención de este lugar es donde está enclavado. En lo alto de una montaña tupida por un denso y exuberante bosque con varias fuentes y árboles de todo tipo donde pasar un rato de relax y tranquilidad paseando y perdiéndose por su interior.




Y lo segundo que me llama la atención es la belleza de este Palacio que tiene sus orígenes cuando servía de pabellón de caza del rey de Portugal y que actualmente alberga un hotel de lujo.




Construido entre los años 1888 y 1907 en estilo neomanuelino por el arquitecto italiano Liugi Manini todo el edificio es una obra de arte que me atrevería a calificar como gran desconocida.
No tiene nada que envidiar al Palacio de Sintra por ejemplo, mucho más conocido y masificado.




Me acerco para ver mejor la gran cantidad de filigranas decorativas de sus ventanas, columnas, soportales, fuentes, etc. primorosamente elaboradas y talladas con una perfección, armonía  y belleza difícilmente superables.




No puedo acceder a su interior para gozar más de tanta belleza, probablemente los dueños del hotel no quieran que los clientes se mezclen con los simples curiosos que accedemos al lugar atraídos por tanta perfección y belleza.




Resistiéndome a abandonar tan precioso lugar vuelvo la mirada una y otra vez intentando retener en mis pupilas lo máximo posible de este mágico y precioso rincón portugués. Sin duda un descubrimiento altamente recomendable.


Ponemos rumbo a Aveiro, la pequeña Venecia de Portugal, veremos si es para tanto o se queda solo en un inalcanzable y vano intento.




Estacionamos en uno de los parking indicados para autocaravanas bajo el puente de la autovía A25, gratuito y sin servicios, GPS: 40.643797, -8.659255, con la intención de visitar la ciudad e irnos a pernoctar a la cercana Costa Nova pegando al mar.



En 5 minutos estamos en el canal por donde vemos navegar las primeras embarcaciones conocidas como Moliceiros que se asemejan a las típicas góndolas venecianas, aunque las de aquí son más sencillas pero más coloridas. Nos llama la atención los dibujos que adornan a algunas, algo subidos de tono. y que seguramente aquí estarían prohibidos.




Tres son los canales que discurren por Aveiro, nada en comparación con la gran cantidad de canales que posee Venecia, además la configuración de la ciudad no tiene nada que ver con la ciudad italiana, pero sí hay que reconocer que Aveiro tiene su punto de encanto y de singularidad.




Una buena manera de conocer la ciudad y su entorno, como pueden ser sus salinas, es optar por darse un paseo de 45 minutos en una de estas embarcaciones a motor por un precio de 8 euros, nada caro si lo comparamos con su hermana Venecia.


Llegamos a la calle Domingos Carrancho que se nos antoja como una de las arterias peatonales más importantes de Aveiro dada la gran cantidad de tiendas y bares que vamos viendo.


Al final de la calle nos topamos con la Igreja da Vera Cruz que se encuentra abierta por lo que no perdemos la ocasión de hacerle una breve visita



Tras callejear un rato, volvemos de nuevo al canal que hemos traído al inicio y donde se ubica el edificio de la capitanía. Mientras yo hago fotos el resto aprovechan para comprar en una pastelería el dulce típico de Aveiro.




Los ovos molhes o huevos blandos en castellano son los típicos pastelitos de Aveiro. Fueron creados por las  monjas del convento de Jesús a base de huevos, azúcar y agua estando recubiertos de oblea. Vamos, que si te gustan los dulces de yema de huevo aquí vas a disfrutar de lo lindo.


Paseamos por el interior de un gran centro comercial perfectamente integrado en el centro de la ciudad conocido como Forum Aveiro con las tiendas de ropa que conocemos y donde dejamos la visita cultural un momento para hacer la típica visita comercial.


En la Plaza de la República nos encontramos cerrada la Iglesia de la Misericordia con su curiosa fachada revestida de los típicos azulejos portugueses.



A la espalda de dicha Plaza vemos un mirador desde el que se tienen una bonitas vistas del canal, los moliceiros y las casitas de bonitas fachadas que parecen estar apoyadas unas contra otras compitiendo entre ellas por el premio de mejor conservada y más esbelta.






Y es que Aveiro tiene un algo difícil de explicar que te cautiva y te sorprende a pesar de los prejuicios que uno trae con la famosa e injusta comparación con Venecia que no se quién se lo habrá inventado.
Aveiro tiene su propia esencia portuguesa, en este caso, sin que busque parecerse a la ciudad italiana, orgullosa de lo que es y de sus limitaciones pero con su propia y única singularidad.


Con la intención de pernoctar en Costa Nova vamos hacia el parking, pero vemos a nuestra derecha un barrio llamado Beira Mar que nos llama la atención y decidimos ir a echar un vistazo.
Nos encontramos con un bello rincón de Aveiro que hubiera sido un pecado dejar de verlo ya que posee unos rincones preciosos.



Cambiamos en el instante los planes atraídos por el buen ambiente del barrio y en una terraza de un restaurante pegado al canal cenamos. Lo mejor de la velada nos la ofrece el dueño del restaurante, todo un personaje con el que disfrutamos con sus chistes y su buen humor, todo un espectáculo. El nombre del restaurante: A Capela, faculdade do vinho.





Después de cenar nos vamos para el parking y decidimos quedarnos a pernoctar aquí donde hemos dejado la autocaravana. El tráfico ha bajado considerablemente y se puede descansar bien sin que nos moleste la cercana autovía.

Día 11. Martes 24 de Julio: Costa Nova-Oporto.


No podemos dejar de visitar Costa Nova con sus bonitas y pintorescas casas de madera. Desde Aveiro se tarda un momento en llegar a esta zona turística con sus extensas playas.


Nada más llegar a Costa Nova divisamos sus típicas casas de rayas coloridas y no podemos resistirnos a parar y hacernos unas fotos.
Los palheiros es como se conocen estas casas que originalmente fueron construidas por los pescadores a la orilla del mar para guardar las redes y demás aparejos y utensilios de pesca.


Con el tiempo se fueron reconvirtiendo en  lo que son en la actualidad, casas de segunda residencia para pasar las vacaciones del verano. Los pescadores se han ido retirando y también el material con el que originalmente eran construidos dejando paso la madera al cemento. Hasta el color ha cambiado ya que antiguamente estaban pintados de un solo color, el rojo. Los actuales palheiros normalmente están pintados a dos colores, el blanco y otros colores más alegres, azul, verde, amarillo o rojo.



Estacionamos en una playa del barrio de los pescadores, al fondo de la Avenida do Mar junto a las dunas, GPS: 40.608392, -8.754986 gratuito y sin servicios.
Nos asomamos un momento para contemplar la enorme playa 



Nos volvemos a mover para ver las calles más típicas de Costa Nova y pasamos por zonas donde las autocaravanas son las protagonistas. Aparcadas a pie de playa sin ningún problema, vamos como en España en zona de playa y en pleno mes de Julio. Otro aliciente más para venir a Portugal.



Estacionamos en el centro de la población y damos una vuelta por sus calles y por la zona donde está la moderna y coqueta Iglesia que más bien pudiera pasar como faro. A pie de dunas y con el rugir de las olas del mar como eterna canción de fondo.





Sobre la marcha decidimos quedarnos a comer en el primer parking que hemos utilizado a pie de playa. Compramos en un chino una curiosa barbacoa y carbón; en el mercado de pescado compramos algo de marisco, unas doradas, sardinas y boquerón y comemos fuera de la autocaravana bajo la sombra del toldo, una maravilla.



Con muy buen sabor de boca, nunca mejor dicho, ponemos fin a la visita de esta localidad costera y marcamos en el navegador nuestro próximo destino, Oporto.
Una  vez más transitamos por carreteras normales para evitar el tema del peaje portugués y de nuevo la experiencia es negativa. Carreteras saturadas que pasan por el centro de las poblaciones, estado lamentable de las mismas con numerosos baches y tapas de alcantarillas levantadas que hay que evitar, etc, etc.


Por el camino pasamos por la localidad de Estarreja donde aprovechamos su área de autocaravanas para cargar y descargar gratis, GPS: 40.753709, -8.566325


El trayecto a Oporto se me hace eterno por no haber cogido la autopista, pero por fin llegamos a última hora de la tarde. Nos vamos directamente al parking que llevo programado donde después de  mucho mirar previamente no he encontrado otra opción mejor.




Se trata de una gran explanada ubicada a un par de kilómetros del puente Luis I o lo que es lo  mismo el centro de Oporto. GPS: 41.143314, -8.632510. gratuito y sin servicios. Junto al Duero y bajo la tenebrosa presencia de una casa abandonada que parece de película de terror nos instalamos junto a unas 50 o 60 autos más.


Ya no son horas para ir al centro por lo que nos damos un paseo y recorremos un poco el camino que mañana tomaremos para ir al centro de la ciudad.
Poco a poco vemos que aparece una bruma procedente de la cercana desembocadura del río Duero haciendo que la temperatura descienda y tengamos que meternos en la auto a cenar.




Día 12 Miércoles 25 de Julio: Oporto.

Amanece un día brumoso, parece que esto debe ser habitual en Oporto ya que la humedad del río y la desembocadura a tan solo cuatro kilómetros propician este tipo de situación meteorológica.




Por cierto, la noche ha transcurrido de forma muy tranquila, parece mentira que con tantas autocaravanas y personas que hay en el parking la tranquilidad sea la tónica general.
Bueno, pues el día de hoy lo dedicaremos enteramente a visitar esta ciudad portuguesa de la que previamente hemos oído de todo.


Opiniones buenas, malas y regulares. Lisboa nos ha dejado muy alto el listón siendo de las ciudades que siempre apetece regresar. Vamos a ver qué nos depara Oporto y si las sensaciones son las mismas.
De momento y conforme nos vamos acercando desde el parking en un tranquilo y cómodo paseo de unos 30 minutos, las vistas y las impresiones que nos ofrece la ciudad desde la parte del río de Gaia son fabulosas.




Porque aunque parezca extraño, la parte izquierda del río según su corriente no es Oporto es Gaia, quién lo diría. Además en esta orilla no hay más que bodegas de las más afamadas marcas del vino portugués de la denominación Oporto. No parece que aquí elaboren el vino, más bien nos da la sensación que las bodegas actuales que se asoman al Duero son reclamos turísticos y que las verdaderas bodegas deben estar retiradas de aquí. Nos asomamos a una y los precios que tienen por visitarla son excesivos ya que somos cuatro y nos supondría un pico.




Vemos al fondo el puente Don Luis I tan visto en fotos y por donde hay que cruzar a la otra orilla del río, o lo que es lo mismo Oporto. El puente se puede cruzar por donde pasan los vehículos, la parte más baja, o por la de arriba por donde pasa el tren. Si quisiéramos cruzar por arriba, el teleférico sería una buena opción, aunque tendríamos que pagar los 6 euros solo ida que vale el viajecito.



Optamos por entrar en la ciudad por donde lo hacen casi todos los mortales, por la parte de abajo del puente y ahorrarnos 24 euros que nos pueden venir bien para otra cosa. Cruzamos con la sensación de estar pasando por donde han cruzado antes que nosotros millones de personas y a pesar de todo sigue cumpliendo su función desde 1886.




Cuando cruzamos el puente ya estamos en Oporto, el día ya se ha ido desperezando de las brumas con las que ha amanecido y poco a poco empieza a lucir el sol reflejándose en las bonitas y pintorescas fachadas de esta parte de la ciudad. 
Los típicos Rabelos flotan amarrados en la orilla del río esperando pacientemente su hora. Esos barquitos tan bonitos que antiguamente servían para transportar los toneles de vino, han sustituido la antigua carga por personas, en su mayoría de la especie turista.



Como vemos que la ciudad se empina vertiginosa hacia lo alto, decidimos empezar a hacer gasto y aflojar los 2,5 euros por cabeza que cuesta subir a la parte de arriba mediante el funicular Dos Guindais que está nada más salir del puente.


Nada más salir del funicular podemos ver unos restos de la muralla Fernandina que antiguamente rodeaba toda la ciudad y que se fue destruyendo para favorecer el crecimiento de la ciudad.




A estas alturas de la mañana la bruma se ha disuelto como un terrón de azúcar en una taza de café y lo que parecía una mañana fresca se va transformando en un día radiante.
Le vamos tomando el punto a Oporto y descubrimos una ciudad fascinante, llena de bellos rincones, monumentos y viviendas armoniosos, sensación de ser una ciudad accesible donde no hay que recorrer grandes distancias para ver todo lo que ofrece.


La primera Iglesia con la que nos topamos es la de San Ildefonso con su bella y singular fachada  de piedra negra recubierta de bellos azulejos de tonos blanco y azul y con ese aire decadente que le otorga ese interés especial. El acceso es gratuito por lo que pasamos dentro a curiosear.




Salimos de la Iglesia y continuamos por la Rua de Santa Catarina, quizás una de las calles más interesantes y comerciales de Oporto. En dicha calle su ubica el famoso Café Majestic, algo así como el café A Brasileira de Lisboa, aunque éste lo vemos más lujoso y con otro tipo de público.


No se puede prácticamente entrar ya que está todo ocupado, los camareros no quieren turistas cámara en mano para tomar una foto de recuerdo, el acceso está más controlado y los precios no tienen nada que ver con su colega lisboeta. Aquí el café es mucho más caro por lo que al no darse las condiciones ponemos pies en polvorosa, aunque la cafetería es muy bonita, eso sí es verdad.



Siguiendo por la misma calle nos volvemos a topar con otro monumento de carácter religioso, en este caso de menores dimensiones que la anterior Iglesia. Se trata de la Capilla de las Almas igualmente decorada con azulejos.




Continuamos callejeando a pesar de los intentos de convertir la visita turística en vuelta comercial por las mismas tiendas de ropa que tenemos en España. No se el motivo por el que las mujeres tienen la obsesión de entrar en las mismas tiendas de aquí cuando salen por el extranjero, pero es así y nos pasa en todos los viajes, o es que me estaré haciendo mayor?...


Sin embargo lo que a mí me gusta es meterme en una vieja y diminuta cantina portuguesa y probar un buen vino de la zona que no tiene por qué ser caro, acompañado de un queso de la tierra mientras charlamos con el dueño del bar y un par de clientes. Esa cercanía que quizás da el poder entendernos chapurreando entre castellano y portugués, o ese carácter tan similar al nuestro, o el hecho de ser vecinos, es lo que te cautiva de Portugal, lo que hace sentirte como en casa. 


El Ayuntamiento es un enorme edificio ubicado en una zona alta de la ciudad y desde donde se tienen una bonitas vistas de la Plaza del General Humberto Delgado rodeada de bellos y elegantes edificios.





Vista esta parte alta de la ciudad, ahora toca bajar hacia otro de los puntos que tenemos en mente visitar, la Estación de tren San Benito o Sao Bento como se dice en portugués.
Curioso lugar que no es muy común de ver en este tipo de construcciones más impersonales y más descuidados. Aquí podemos admirar una sucesión realmente maravillosa de colecciones de azulejos  de varios colores que cuentan la historia de Portugal.





Salimos de la estación de Don Benito tras haber hecho varias fotos y vemos al fondo y por encima de nuestra posición la Catedral de Oporto que la dejaremos para esta tarde.



Nos está gustando bastante Oporto, o por lo menos lo que llevamos visto hasta ahora, aunque todavía es pronto para decantarnos, nos queda mucho por ver.
Nuestro siguiente objetivo es la Iglesia de Los Clérigos con su imponente torre donde se recomienda subir para tener unas vistas privilegiadas de la ciudad.


El acceso a la pequeña Iglesia es gratuito no así la subida a la torre donde advertimos la larga cola que hay esperando su turno para subir los 300 escalones hasta la parte de arriba con 76 metros de altura. No queremos perder tiempo ni los 5 euros que vale la subida, por lo que proseguimos ruta.



Frente a la Torre de los Clerigos tenemos la oportunidad de probar los bolinhos de bacalao o lo que es lo mismo, una croqueta y también una copita de oporto. Lo curioso es que hay una chica haciendo los famosos bolinhos en un escaparate. Esta cola sí que la hacemos y tenemos suerte de pillar una mesa en la misma cafetería en la parte de arriba muy bien decorada con estanterías con libros, muy bonita la verdad. Brick Clérigos se llama.




Y hablando de librerías y libros, si en Oporto hay una librería turística y que atrae nuestra atención y no podemos dejar de visitarla es la Librería Lellos, famosa por haberse rodado en ella algunas escenas de Harry Potter. Aunque esto no es cierto pues se recreó esta biblioteca en Londres ya que la autora de la obra residió un par de años en Oporto y, al parecer, quedó enamorada de la librería.



El caso es que hay que verla si o si, por lo que tras sacar a la vuelta de la librería la entrada de 5 euros por cabeza y esperar la cola accedemos a su interior.




La librería es bastante bonita hay que reconocerlo, pero el agobio que se vive en el interior donde no cuidan el número de personas que debería haber en el interior hace que la visita pierda la gracia.
Un reclamo turístico más que otra cosa donde hacerse una fotografía en la preciosa esclarea de madera queriendo salir sin nadie alrededor es misión imposible. Unos libros del Principito en una curiosa edición es lo más positivo que sacamos.



Toca buscar un lugar donde comer y tras alguna intentona más o menos acertada lo conseguimos en un local nada del otro mundo aunque con buenas raciones y un precio bastante ajustado.
En la Rua dos Caldeireiros 37 encontramos el Arcos dos Caldeireiros donde comemos. 






Tras la copiosa comida una vez más a base de pescado con el bacalao como protagonista proseguimos nuestra visita por Oporto que conforme va avanzando el día nos va cautivando más y más.



Por unas reviradas y angostas callejuelas vamos ascendiendo poco a poco hacia la Catedral y conforme vamos ganando altura las vistas van siendo cada vez más bonitas del Duero y de la parte de la ciudad que se asoma al río.



La entrada a la Catedral de la Sé es gratuita y si se quiere ver el Claustro hay que abonar 5 euros que dan acceso a ver también el tesoro de la catedral, una colección de orfebrería religiosa. Nosotros nos los ahorramos ya que no pasamos, nos conformamos con ver solo la Catedral que se comenzó a construir en el siglo XII.




En la misma plaza de la Catedral podemos ver el bonito Pelourinho do Porto o lo que es lo mismo, una antigua picota donde se ajusticiaba a los delincuentes en la antigüedad. Seguro que a ellos no les hacía ninguna gracia ni la veían bonita.
Además existen varios miradores en la terraza de la plaza desde donde se tienen unas bonitas vistas de la ciudad.








Vista esta parte alta de la ciudad de nuevo comenzamos el descenso hacia el río ya que es la zona que todavía nos falta por ver en el día de hoy. Oporto ofrece mucho más, pero en un día solo no se puede ver más de lo que llevamos. Además, Oporto nos da la sensación de ser varias ciudades en una, dependiendo de los barrios donde uno esté, tienes diferentes sensaciones es una maravilla lo que esta ciudad nos hace sentir.


Otro de los lugares que recomiendan visitar es el Palacio de la Bolsa, un edificio neoclásico construido bajo las ruinas de un monasterio franciscano. Se inauguró en 1850 aunque su decoración no se completaría hasta 1910. Sin duda la visita debe ser interesante y merezca la pena hacer el desembolso. Las visitas son guiadas, pero los precios de las entradas son bastante elevados por lo que decidimos dejarlo para una mejor ocasión.






En las inmediaciones del Palacio de la Bolsa también tenemos la estatua del Infante Dom Enrique, la Iglesia de San Francisco también de pago, un coqueto mercado con su fachada pintada de rojo intenso o la pequeña Iglesia de San Nicolás.



Quizás donde mayor ambiente hay es en la zona pegada a la ribera del río, con callecitas estrechas repletas de terrazas y tiendas de souvenires. Gente asomada al cauce del Duero, niños dándose un chapuzón desafiando la brava corriente del caudaloso río, artistas callejeros cantando alegremente, turistas que suben y bajan de los rabelos a cada cual más vistoso y llamativo.





Bonitas estampas de Oporto, una ciudad que, ahora sí, podemos afirmar que nos ha cautivado y enamorado profundamente. Lisboa tenía el listón alto, muy alto, pero Oporto... Es otra cosa, ni mejor ni peor, te gusta o no te gusta. A nosotros nos ha fascinado, lo colocamos en nuestra exclusiva repisa de lugares elegidos para retornar, aunque sea una vez más, pero dudo que nos guste más que hoy, más que ahora mismo.



Día 13 Jueves 26 de Julio: Guimaraes-Puebla de Sanabria.



De nuevo amanece un nuevo día y tras el desayuno ponemos nuevamente en marcha la casa sobre ruedas. Volvemos a cometer el error de circular por carreteras convencionales y caóticas por momentos para evitar el engorro de los peajes de Portugal, juro que no me volverá a pasar.


El caso es que llegamos por fin a Guimaraes, el que va a ser el último destino de nuestro viaje por Portugal este año. Dejaremos sin ver Braga, Barcelos, Viana do Castelo y Valença do Minho por falta de tiempo, que los apuntamos para otra ocasión.
Tras buscar algún lugar para estacionar lo tenemos que hacer en las inmediaciones del área de autos al estar todo tomado por los feriantes. GPS: 41.440829, -8.284600, con servicio de carga y descarga de aguas gratuito.



La Igreja de Nossa Senhora da Consolaçao es el primer monumento que nos encontramos abierto y donde se puede pasar sin pagar nada. Un breve vistazo a esta coqueta Iglesia y ponemos rumbo hacia el centro histórico por el paseo de Largo República do Brasil con sus preciosos y coloridos jardines.





Una vez en las puertas de las murallas, que antaño rodeaban y protegían a Guimaraes, se divisa una bonita postal de toda la zona del monte da Penha en todo lo alto y dominando ese entorno el Santuario da Penha al que se accede con el teleférico que hemos vistos junto al área de autocaravanas.




A Guimaraes se le conoce en todo Portugal por ser la cuna del país ya que aquí nació en el siglo XII el primer Rey de Portugal, Don Alfonso Enriques que en 1128 ganó la batalla de Sao Mamede contra el Reino de León librando a los portugueses del dominio español y creando el reino de Portugal.



El caso es que Guimaraes está declarada Patrimonio de la Humanidad desde 2001 por ser uno de los centros medievales mejor conservados de Portugal. Nada más dejar las murallas a la derecha por la misma calle llegamos a la Plaza de Oliveira con un monumento cuanto menos curioso, el Padrao do Salado, un pequeño templo gótico con crucero incluído.
También se ubica en la misma plaza la Iglesia de Nossa Senhora da Oliveira con su torre campanario defensiva a la que pasamos para ver lo que contiene en su interior.





La plaza es muy bonita, lástima que las terrazas de las cafeterías tengan instalados los toldos restándole vistosidad. Me da la sensación de ser uno de esos lugares que merecería mucho la pena verlos de noche cuando se hayan marchado los turistas y hayan cerrado los establecimientos públicos.



Ponemos rumbo hacia el Palacio de los Duques de Braganza y el Castillo ubicados en la parte alta de la ciudad. y donde se alza una imponente figura del personaje más ilustre de Guimaraes, el Rey Don Alfonso Enriques blandiendo su espada.



Pagamos los 6 euros por cabeza que cuesta la visita al Palacio y al Castillo y entramos dentro para visitar el primer monumento por nuestra cuenta. También se puede adquirir aquí la entrada al Museo de Alberto Sampaio situado en el centro y que podría ser interesante.


Cuando accedemos al patio gótico nada más entrar nos llama la atención destacando por encima de todo las torrecitas de ladrillo rojo.
En el interior del palacio renacentista se pueden ver algunas obras de arte como varios tapices donde se cuentan las conquistas portuguesas de varias ciudades del atlántico marroquí como Asilah.




Algunas de las salas son de unas proporciones dignas de mención con unos artesonados en el techo realmente bonitos. Igualmente podemos admirar las lámparas y el mobiliario con el que están decoradas todas las salas.





Por último visitamos la capilla con unas maravillosas vidrieras aunque se nota que el mobiliario es de época actual y no se ha conservado nada del original.




Visitado el Palacio ahora toca hacer lo mismo con el castillo que está justo al lado. Al llevar el ticket ya comprado en el Palacio no tenemos que hacer cola para acceder al interior.
La verdad es que por fuera impresiona bastante por su conservación y por el lugar privilegiado donde está ubicado, rodeado de un jardín.




El interior no es nada del otro mundo, ya se sabe, paseo por las murallas y ver algo de la torre del homenaje que después de subir bastantes escalones encontramos cerrado el acceso a su tejado. A pesar de no poder subir a todo lo alto, desde las almenas se tienen unas bonitas vistas del Palacio Ducal y de Guimaraes.






Vista la parte alta de la ciudad de nuevo regresamos por el mismo camino hacia el casco antiguo de la ciudad. Salen a nuestro paso rincones muy bonitos y plazas como la Sao Tiago que debe ser la más bonita de Guimaraes. Si no fuera una vez más por la multitud de toldos que hay en las terrazas y que no dejan disfrutar de la belleza de la misma





Seguimos callejeando por las estrechas callejuelas empedradas con bonitos edificios coquetamente decorados y pintados y perfectamente conservados. No es de extrañar que sea Patrimonio de la Humanidad precisamente por eso, por lo bien conservado que está.





Ponemos así fin a la visita a Guimaraes y reemprendemos la vuelta a casa dejando para otra ocasión la visita de esos cuatro lugares antes citados que podrían dar para un buen combinado de norte de Portugal y sur de Galicia.
Ponemos en marcha el navegador y nos damos cuenta que, si bien en un primer lugar se pude circular por carreteras convencionales, más adelante no hay alternativa y habrá que pasar por autopista de peaje.


Efectivamente tenemos que pasar un primer tramo de autopista con pago convencional, pero después pasamos por tres puntos donde hay telepeaje y evidentemente no lo llevamos. Total unos 7 euros que no hemos podido pagar, a pesar de preguntar a la chica de la cabina y en una gasolinera. Hay que hacerlo por internet y no sabemos cómo. Por tanto pasamos y hasta la fecha no hemos recibido ninguna notificación. Lección para el futuro.


Tenemos pensado pernoctar en la bonita población de Puebla de Sanabria, y como todavía es temprano decidimos acercarnos al cercano lago de Sanabria donde no hemos estado todavía.
Una vez llegamos al lago y después de recorrer una parte del mismo casi al final del lago estacionamos al borde de la carretera, GPS: 42.114353, -6.732790



Hace una tarde estupenda para darse un buen baño. No puedo convencer al resto de la tripulación para que me acompañen a darnos un buen remojón en las limpias aguas por lo que hago los honores yo solo. Una maravilla.


Refrescado y con la satisfacción de bañarse uno en un lago donde no lo hacemos habitualmente ponemos rumbo hacia Puebla de Sanabria, parando antes en una farmacia para comprar un producto de extrema necesidad para Paula.
Una vez en el pueblo nos vamos directos hacia su parking de autocaravanas, GPS: 42.052415, -6.630744, gratuito y sin servicios.



Lo queremos ver esta tarde y mañana madrugar para salir para casa ya que nos esperan muchos kilómetros todavía. Afortunadamente este año no tenemos que detenernos en Madrid para solucionar el alojamiento de Alejandro ya que repetirá en el mismo lugar de este año.


Tras cruzar el puente que pasa por encima del río Tera y tomar la carretera ascendente que nos lleva al pueblo, descubrimos un bonito que ya teníamos ganas de visitar pues en varias ocasiones hemos pasado por la autovía y lo íbamos dejando para más tarde.
Además toda esta comarca de Sanabria es muy interesante tanto a nivel patrimonial como por los encantos naturales que posee, un lugar para recorrerlo más despacio.


Lo primero que nos encontramos es con la Plaza del Arrabal con su coqueta fuente conocida como "el Pilón" y varias casas porticadas que combinan a la perfección piedra, madera y pizarra.



Continuamos por la ascendente y adoquinada Calle Rua donde podemos admirar varias casonas señoriales, algunas de ellas blasonadas y muy bien conservadas lo que demuestra la importancia de Puebla de Sanabria en la antigüedad. 



Arriba del todo nos encontramos con la Plaza Mayor, que bonita que es la verdad. Su Casa Consistorial del siglo XV es sin duda el edificio que más nos llama la atención. Su estilo es isabelino y consta de dos plantas limitadas con dos torreones puntiagudos.



En la misma Plaza también se ubica la Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Azogue del siglo XII y a uno de sus lados la Ermita de San Cayetano del siglo XVIII, ambas cerradas a esta hora por lo que no podemos ver el interior. En el resto de la Plaza podremos disfrutar viendo algunas casonas de piedra de dos plantas con sus balcones de madera ricamente adornados con plantas florales.  



Detrás de los dos monumentos religiosos se encuentra el castillo de los Condes de Benavente cuya fecha de construcción data del siglo XV. Está muy bien conservado y se puede visitar previo pago de una entrada de 3 euros, Nosotros no lo hacemos y nos limitamos a recorrer su perímetro. 




En cambio, seguimos recorriendo las callejuelas empedradas de Puebla de Sanabria descubriendo un conjunto medieval precioso y, en general, bastante bien conservado con rincones y esquinas muy coquetos.




Casonas de piedra con blasones y escudos, con amplios balcones de madera repletos de flores y tejados de pizarra le confieren al pueblo en encanto especial y singular. Además casi no vemos tráfico de vehículos, cosa que se agradece enormemente y que hace que pasear por el conjunto medieval sea mucho más placentero y tranquilo.





Se nos hace la hora de la cena y decidimos probar la gastronomía local en un restaurante situado en la calle Negrillo, concretamente el Mesón Abelardo donde cenamos estupendamente bien poniendo así un broche final la mar de bueno.






Un pequeño paseo hasta el Parador Nacional de Turismo pues nos gusta visitarlos, aunque en esta ocasión descubrimos un edificio que bien podría pasar por un hotel de tercera categoría. Nos estraña que en un pueblo tan bonito haya esta birria de Parador.
Pero como todo tiene su parte positiva, aprovechamos las vistas que se obtienen desde esta parte del pueblo encaramado en lo alto del cerro para despedirnos de Puebla de Sanabria prometiéndonos volver con más tiempo para terminar de descubrirlo enteramente.







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